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Duelo

 

El duelo es la reacción natural de dolor que se experimenta ante la pérdida de una persona, objeto o vínculo significativo. Sin desestimar otras pérdidas, la muerte de un ser querido siempre es una situación muy difícil de afrontar, pues cambia el curso normal de la vida, marca un antes y un después, ya que la muerte nunca deja abierta la esperanza del reencuentro.

Cuando la muerte es inesperada, el desconsuelo y el dolor son aún mayores. No hay salida fácil, no hay cura milagrosa para el duelo. Y cuanto más tiempo se vive, mayor es la probabilidad de ser golpeado por un dolor abrumador importante. 

Podemos aprender a vivir con nuestra pérdida, aprender que el dolor se mitiga, que hay sanación y salud e incluso que hay nuevas alegrías. Pero no es posible volver atrás sin el sentimiento de pesar por quien se fué.

El duelo es un proceso normal para ajustarnos a la pérdida y la aflicción puede pasar de muy elevada a menos intensa con el paso del tiempo (que es lo más común), o puede permanecer demasiado tiempo, puede hacerse inmanejable o crónica y puede entonces afectar la salud general de la persona en duelo.

El impacto del dolor depende de factores como la previsibilidad y la evitabilidad de la pérdida, la naturaleza del vínculo, el tipo de muerte, la personalidad del doliente, sus redes de apoyo, su estilo de apego y su espiritualidad, entre otros. Por ejemplo, si una persona querida muere "de vejez" o de la progresión natural de una enfermedad, la previsibilidad de la muerte facilita tiempo para prepararse de alguna manera para la pérdida. En cambio la muerte repentina, inesperada o de algún modo evitable, es más traumática y el proceso de duelo suele ser mucho más intenso y prolongado. 

El duelo es muy personal y puede durar meses o años, ya que es un proceso que cursa por etapas. Se necesita completar las etapas para considerar que ha terminado.

 

 

ETAPAS DEL DUELO:

 

Inicio o primera etapa: Es una fase de corta duración (aprox. 1 semana), que comienza con el anuncio de la muerte. Se caracteriza por el shock, desconcierto profundo, puede haber embotamiento (anestesia emocional) o liberación emocional intensa. La primera reacción es de incredulidad y hasta negación, no parece haber una clara consciencia del hecho, las conductas son semiautomáticas, pudiendo ser tranquilas o exaltadas. La tarea de esta etapa es aceptar la realidad de lo sucedido. Los rituales sociales propios del duelo ayudan en esta aceptación y no deben ser evitados. 

 

Etapa central: Dura varios meses. El ánimo es depresivo, con inhibición, hay llanto fácil, problemas de sueño y/o de apetito, dificultad para concentrarse, pérdida del interés y del placer por actividades habituales, disminución del deseo de socializar  (aunque con receptividad al consuelo de amigos y familiares), puede haber autorreproches, ideas suicidas, sentimientos de culpa, tristeza, rabia, añoranza, soledad, indefensión. Todo el tiempo se recuerda al fallecido, se hacen esfuerzos por mantener el contacto con él/ella, y se añoran los pequeños detalles cotidianos que se compartían. El dolor viene en oleadas, a menudo mezclado con recuerdos agradables. La memoria e imagen del fallecido está siempre presente; incluso se le ve y escucha por momentos, y esto intensifica el sentimiento de soledad, de indefensión y depresión que hace que el doliente se repliegue sobre sí mismo, nada le llena y el mundo se torna vacío y sin ningún atractivo. La conducta se puede tornar desorganizada mientras se adapta a la realidad de la pérdida.

Con el paso del tiempo, las oleadas de recuerdos dolorosos se alternan con una lenta reorganización de la vida. Las tareas de esta etapa es experimentar y expresar las emociones vinculadas a la pérdida (vivir el dolor), para poder lidiar con ella. La dificultad para contactar con sentimientos genuidos desde el principio se considera un factor predictor de complicaciones en el proceso de duelo. Otra tarea importante de esta etapa es capacitarse para funcionar en la vida sin el fallecido (aprender a vivir sin él/ella)

 

Etapa final: Se inicia cuando el doliente puede mirar al futuro, se interesa en nuevas actividades y desarrolla nuevas relaciones sociales. Es el tiempo del restablecimiento, que comienza entre seis meses y un año despues de la pérdida. El doliente puede sentir nuevos deseos y puede expresarlos, el estado depresivo se va disipando, la pena va mitigando poco a poco, se separa de los objetos personales del fallecido (guardando los más significativos) y se retorna al nivel de funcionamiento previo, pudiendo establecer nuevos vínculos afectivos. El dolor de la pérdida se integra a la vida de la persona, lo que implica una mayor aceptación de la muerte, un renovado interés por la vida con más participación en ella y un predominio de emociones positivas al recordar al fallecido.

El fin del duelo se asocia directamente con la capacidad de amar otra vez, y la tarea de esta etapa es precisamente reconstruir un mundo con sentido y con personas dignas de ser amadas . Con frecuencia la etapa final coincide con el primer aniversario de la muerte del ser querido, y es común que durante ese período haya una intensificación emocional con tristeza, añoranza y llanto que son más transitorios y señalan el final del duelo.

 

 

 

 

 

 

MANIFESTACIONES DEL DUELO:

 

  • Sentimientos: Tristeza. Rabia (incluso contra sí mismo). Culpa. Ansiedad. Pánico. Pesar. Irritabilidad. Soledad. Desamparo. Indefensión. Deseperación. Alivio. Añoranza. Ambivalencia. Anestesia emocional. Pérdida del disfrute.

  • Conductas: Abandono de actividades habituales. Buscar o llamar al fallecido. Hablar mucho del fallecido. Visitar lugares significativos. Llanto. Suspiros. Evitación de lugares y situaciones. Ensimismamiento. Aislamiento. Sueños recurrentes con el fallecido o la situación. Comer muy poco o en exceso. Beber en exceso.

  • Percepciones: Despersonalización o desrealización. Ilusiones. Alucinaciones visuales o auditivas transitorias (seguidas de insight), fenómenos de presencia.

  • Sensaciones físicas: Problemas para dormir. Cambios en el apetito. Molestias gástricas. Cansancio. Opresión torácica. Hipersensibilidad al ruido. Dificultad para tragar. Falta de aire. Fatiga. Pérdida de energía. Boca seca. Empeoramiento de enfermedades preexistentes.

  • Cogniciones: Auto-reproches. Incredulidad. Confusión. Shock. Negación. Ideas suicidas. Preocupaciones. Rumiaciones obsesivas, ideas/imágenes intrusivas con el fallecido. Problemas de atención y concentración.

 

SUPERACIÓN DEL DUELO:

 

Implica conservar buenos recuerdos del ser querido que se fué, identificarse con sus enseñanzas, sus costumbres o su filosofía; pensar sin dolor en los momentos que se compartieron. La superación del duelo es recuperar la sensación de que la vida tiene sentido aunque no sea igual que antes, disfrutar de todo lo que pueda con las personas que se aman, volver a ser capaz de amar sin miedo.

 

 

SITUACIONES QUE REQUIEREN ASISTENCIA PROFESIONAL:

El duelo no es un trastorno mental y normalmente no requiere tratamiento médico o psiquiátrico, ya que es una respuesta normal a la pérdida. Lo adecuado es respetar el proceso de duelo y proporcionar apoyo a las personas afligidas. Sin embargo, hay factores que pueden obstaculizar la elaboración adecuada del duelo y precipitan cuadros físicos o psiquiátricos que requieren atención médica. Consulte siempre si:

  • El doliente es incapaz de manejar la aflicción y sus conductas son muy desorganizada

  • La aflicción es prolongada y/o tan intensa que interfiere severamente con la vida cotidiana.

  • El doliente consume alcohol en exceso o drogas

  • Hay síntomas de depresión clínica grave  (ideas suicidas o intento suicida, pérdida de la vitalidad, inhibición severa)

  • Presencia de enfermedades físicas asociadas (aparición o empeoramiento) 

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